
Huesos que duelen
Ricardo Goncebat
Todas las personas, independientemente de su edad o sexo, pueden padecer esta enfermedad, aunque la incidencia es mayor en mujeres con una proporción de 3 a 1 y afecta principalmente a población comprendida entre los 30 y los 50 años.
El diagnóstico y tratamiento precoces son las mejores y únicas armas de las que se dispone para frenar su avance, que en sus últimas consecuencias puede llevar a la muerte del enfermo.
Según los expertos, esta enfermedad, para la cual todavía la medicina todavía no ha encontrado una solución definitiva, está signada por el desconocimiento, tanto de sus orígenes (los médicos desconocen sus causas), como de sus alcances (todavía es un problema ignorado para la mayoría de la gente). Produce hinchazón en las articulaciones, originando dolor, deformación y dificultad de movimiento de las zonas afectadas.
Es una patología sistémica, es decir, que en fases avanzadas puede dañar otras partes del organismo como los ojos, el corazón o los pulmones. Puede iniciarse a cualquier edad, aunque su mayor incidencia se manifiesta en adultos de entre 30 y 50 años, y el 60 por ciento de los afectados son mujeres (tres por cada hombre). Aunque también puede darse en la infancia, afectando a entre 4 y 10 niños de cada 100.000. Cuando aparece antes de los 16 años, se denomina Artritis Idiopática Juvenil y es la enfermedad inflamatoria del tejido conjuntivo más frecuente en la infancia y la que causa mayor grado de invalidez.
Quienes tienen un familiar con artritis reumatoide y los gemelos idénticos presentan un mayor riesgo de sufrir la enfermedad. Se ha determinado que no es contagiosa y estudios recientes demuestran que la AR es más frecuente en pacientes con una especial predisposición genética (la posibilidad de aparición de la enfermedad es cuatro veces mayor en los familiares de primer grado de un paciente con artritis reumatoide), pero aún así, no se ha determinado que se trate de una enfermedad hereditaria.
El síntoma más frecuente en esta enfermedad es el dolor, como consecuencia de la hinchazón de las articulaciones, la cual produce tal rigidez y pérdida de función. Pero esta inflamación sostenida y no controlada puede acabar dañando los huesos, ligamentos y tendones alrededor de la zona afectada, lo que conduce a una deformidad progresiva de las articulaciones y la pérdida de capacidad para llevar a cabo actividades cotidianas.
Las personas sanas, que a partir de determinado momento sienten sus manos agarrotadas y rígidas, con dificultad para abrirlas como si fueran “arañas” (sobre todo por las mañanas y durante más de 30 minutos), o bien presenten hinchazón, dolor, inflamación, dificultad de movilidad de sus articulaciones, o fallos al efectuar ciertos movimientos, durante diez o más días seguidos, deben acudir a Urgencias, y pedir que las examine un reumatólogo.
La AR suele afectar por igual a las articulaciones de ambas partes del cuerpo, sobre todo muñecas, nudillos, articulaciones de los dedos, codos, hombros, caderas, rodillas, tobillos y dedos de los pies, y además de dolor e inflamación, puede producir cansancio y debilidad general. La propia enfermedad o los efectos de algunos tratamientos, pueden producir, con poca frecuencia, pérdida de apetito, fiebre, dolor de cuello, hormigueos en manos o pies, ronquera mantenida, sensación de falta de aire, tos continua, dolor en el pecho o los costados, sequedad en la boca, enrojecimiento o sensación de arenilla en los ojos, picor vaginal, manchas o bultos en la piel o diarrea persistente.